~Puede contener spoilers de los libros anteriores~

Dios mío, ¡qué libro! La historia continúa justo donde termina el segundo, y de ahí solo va mejorando y mejorando. Ya no están esos flashbacks molestos que solo entorpecían la lectura en el Mar infinito, sino unos más cortos que se dan durante el presente (la verdad es un poco difícil de explicar). La lectura se vuelve más ligera, ya que hay más acción, pero podemos encontrar esos momentos en los que el libro te deja pensando un buen rato. Como en la situación en la que se encuentran.

Ya hay muy pocos humanos en la tierra en los que se pueden confiar y eso es uno de los mayores problemas que tienen nuestros protagonistas. Los Otros saben cómo usar eso en su favor y de verdad que en ese aspecto es bastante grotesco, ya que aquí es cuando de verdad me di cuenta cómo puede afectar toda esta situación a un niño. Por ejemplo, Sam, que apenas está en crecimiento, que en el colegio aprendía lo básico, debe dejar todo eso a un lado para poder ser fuerte y defenderse. Ya no quiere ser ese niño pequeño que necesitaba un peluche, sino un soldado listo para la batalla. Viendo eso a través de los ojos de Cassie me desconcertaba bastante; en ese punto solo podía imaginar el dolor que podría estar sintiendo ella, al ver cómo le quitan la infancia a su hermano menor.

Otro aspecto bastante importante y que resaltan mucho es lo del recuerdo, como una frase que aparece en el libro: “Más que la suma de nuestras experiencias, nuestros recuerdos son la prueba definitiva de lo que es real”. Se podría decir que la mayoría (por no decir todo) del libro se basa en esa frase. Se dan tantas vueltas a este asunto que al final llega a una parte que me recuerda a El juego de Ender, y cómo Ender podía entender a otros (incluso al enemigo) de una manera tan profunda que llegaba a quererlos. Que este libro no fuese solo disparos a diestra y siniestra, sino que además te hiciera reflexionar un poco, fue una de las cosas que me enganchó.

Pero no todo es bueno, ya que también tenemos cosas negativas (aunque no son muy negativas, están más como en el medio); y una de ellas es la narración. No me mal entiendan, me gusta cómo escribe este autor. La verdad es que es bastante peculiar. Con cada personaje se nota las diferencias entre sus personalidades al narrar pero también el toque del escritor, lo que podrían tener todos en común; es como esa elevación que se pega el autor y te hace viajar entre metáforas que al final del párrafo podrías quedar confundido si no estabas concentrado. Por esto me tocaba a veces retroceder para entender bien lo que intentaba decir.

Y otro de estos puntos es el final, que es como bueno y malo a partes iguales. Te da giros inesperados, muchas sorpresas, tanto que las últimas páginas las leía con la boca abierta; pero ¡todo queda muy abierto! Yo necesitaba un cierre, pero solo te dejan el comienzo de ese cierre, y ya que tu cerebro termine ese trabajo.

En resumen, La última estrella es un libro que supera con creces al Mar infinito, en el que al fin responden las preguntas de por qué lo hacen y por qué de ese modo, en el que tomas conciencia de lo que es un humano y lo que en verdad podría ser la humanidad; unos temas que tocan mucho entre escenas de acción. Pero el mayor problema es el final abierto que te deja preguntando “¿y ahora qué?”.