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«Mi pasado había quedado borrado a nivel legal. Yo no tenía partida de nacimiento. De la persona que nació en Ucrania solo quedaban los rastros esparcidos en mi propia memoria, hechos jirones. Toda mi vida hasta ahora se había disuelto como un terrón de azúcar en el té. Legalmente, hasta hace dos semanas, yo no existía. Y todo lo que recordaba de mí misma podría no haber existido tampoco». La historia de Daria Kovalenko Petrova -nacida en Ucrania en 1992 pero pronto trasladada a España- se constituye como un punto de fuga al cual va a parar el relato de una ruptura amorosa en la edad de Instagram, la reconstrucción de un relato familiar marcado por la migración, las dificultades económicas y el testimonio de una generación que ha asumido sus condiciones materiales como un estado de crisis permanente. Al mismo tiempo, la biografía de nuestro personaje aloja la historia de dos decepciones: la de la Unión Soviética en el siglo XX y la de la sociedad occidental en el siglo XXI. Influida por la ficción de Zadie Smith, la lírica de Anne Carson o el periodismo de Svetlana Aliexevich, la opera prima de Margaryta Yakovenko sobresale particularmente por su capacidad de enredar una historia subjetiva en un complejo tejido sociopolítico, y por la singular naturaleza de su narradora: cautivadora tanto por su fragilidad como por su contundencia.
Publication Year: 2020
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En Daria estoy yo de 14 años, con menos ansiedad y quizá un hogar más cálido, con más presencia. Pero yo también mido el tiempo en “antes de mudarme” y “después de mudarme”, aunque ahora eso ya aplica a medir el tiempo según la casa que habito. Llevo ya más tiempo aquí que allá, y eso se traduce en que mi vida aquí comienza a cobrar más peso, más definición.
Lo que Margaryta ha escrito me ha revuelto, me ha hecho llorar, sacar a relucir recuerdos que creía olvidados, porque en sus letras yo también estoy, ahí existí y existo, y poner en palabras (encima, bellísimas y concretas) la vida del emigrado ha sido como volver a iniciar el proceso: de olvidar, de aceptar, de renunciar y adaptar.
No soy nada objetiva con esta obra, porque toca demasiado cerca, pero eso no quiere decir que no sepa ver su gran labor con las letras y la transfusión de emociones. Me quedo muy corta con lo que podría decir de la novela, porque se me atragantan las palabras, me asfixio porque hay mucho que decir.
Si algún día alguien me quisiera conocer más profundamente, le señalaría este libro como brújula, porque aquí no sólo hay nostalgia (que podríamos decir que es lo básico sobre lo que construye el emigrado su identidad), sino que hay mucho más: hay el darse cuenta de que nunca se vuelve realmente de donde se vino, que nunca habrá una integración total, que hay mucha pérdida y mucho encuentro.
Para no alargarme demasiado: aquí hay todo lo que se siente, explicado de una manera hermosa, clara, y sin tapujos. Hay mil emociones que entran en conflicto. Hay vivencias reales, ciertas, porque las he visto y las he vivido yo misma.