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Cuando Boris Izcovich dijo la palabra «pausa», Mia Fredricksen, de cincuenta y cinco años, enloqueció. Porque lo que deseaba su marido era una pausa en su matrimonio, después de treinta años sin adulterios y una hija encantadora. Hay que decir que la «pausa» de Boris es francesa, compañera de trabajo, joven y con buenas tetas. Pero la locura de Mia no fue más que una breve psicosis, y ese verano regresa a Bonden, la ciudad de su infancia, donde aún vive su madre en una residencia para ancianas activas e independientes. Mia alquila una casa, se relaciona con sus vecinos, una joven recién casada con dos niños y un marido que le despierta sospechas de maltrato, y visita a su madre y a su grupo de amigas. Recupera los recuerdos de su infancia, y descubre algunos secretos de la femineidad de otras generaciones. También dirige un taller de poesía con un grupo de estudiantes. Y con todos estos incidentes, historias y vidas, Mia urde esta veloz, brillante comedia feminista, de inesperado final... «Una irónica, brillante meditación sobre la identidad femenina, escrita en una prosa lírica, seductora» (Lucy Scholes, The Sunday Times) «Cómica, vital y brillante, aunque trate temas de vida o muerte» (Maria Russo, The New York Times).
Publication Year: 2016
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No recordaba siquiera haber comprado este libro cuando me lo encontré en la estantería. Decidí leerlo sin pensar demasiado, y me sorprendió gratamente. Una obra bien hilada, sencilla, emotiva, con al que te puedes identificar con facilidad y que aporta reflexión en cada página.
Creo que todos nos hemos encontrado con desear desaparecer en una ciudad pequeña durante uno o dos meses, ordenar las ideas, recuperar algo que hemos perdido, y reencontrarnos con una nueva faceta de nuestro interior. Este libro es un ejemplo de esa reclusión tan necesaria que muchos hemos necesitado (o necesitamos).
Un libro para reír, para llorar, para sentirse lejos o cerca, para buscar una pausa en la que sosegarnos y encontrar la paz tan necesaria para seguir viviendo.